Son, por así decirlo, los personajes más deseados por las empresas, sobre todo por el poder que tienen en las redes sociales, ya que pueden mover multitudes y beneficiar a una marca o abocarla al directamente fracaso.
Hablamos del influencer, cuyo individuo está en boca de todos y las compañías no tienen más remedio que esforzarse por entender qué son, cómo funcionan y qué es exactamente lo que deben esperar de ellos. De esto hablamos una semana más, en una nueva entrega del DicZionario.
Definición del concepto de influencer
En los últimos años, las marcas han visto cómo el día a día de sus actividades de posicionamiento ante los consumidores no se limitaba ya sólo a los medios tradicionales. Ahora, han entrado en juego otros soportes y realidades que hacen que las compañías tengan que trabajar con normas distintas. Es el caso del influencer.
Pero ¿qué es exactamente? ¿Dónde está la línea entre un usuario de Internet y uno que tiene un impacto real en lo que hacen los demás? En concreto, un influencer es una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia en redes sociales puede llegar a convertirse en un prescriptor para una marca. Eso sí, la clave está en que tiene “una voz más alta y alcanza ya sean audiencias más amplias o de nicho que otros”.
En este sentido, si algo destaca es su capacidad de generar opiniones y reacciones en otros usuarios cuando habla sobre una temática en concreto. Recordemos que los influencers no son importantes en sí mismos, sino por sus seguidores, pues estos son más valiosos por su calidad que por su cantidad.
Ahora bien, ¿quiénes son estos influencer? “Pueden ser periodistas, blogueros y otro tipo de personas capaces de hacer que la información sobre un tema concreto se propague muy rápidamente”, explica Arnaud Roy, de Augure Spain. En su opinión, tiene mucho más valor un mensaje que procede de uno de estos emisores, que por regla general tienen una gran credibilidad, antes que un tuit o espacio patrocinado. ¿Vemos algunos casos en concreto para entenderlo mejor?
Algunos ejemplos
Si pensamos en influencers, uno de los sectores que antes se nos viene a la cabeza es el de la moda. Es evidente y se puede intuirse, y que algunos bloggers de moda españoles reciben regalos de las marcas, las cuales ‘pagan’ sus reportajes e incluso les contratan a cambio de moldear sus informaciones.
En este sentido “sólo 1 de cada 5 bloggers son profesionales relacionados con la moda” y “7 de cada 10 son contactados por marcas que les piden hablar gratis sobre ésta”. Lo que se critica, en todo caso, es que esa información que se ofrece como “más humana y neutral” lo que hace es engañar al usuario final. O, al menos, le impide saber que está ante contenido meramente publicitario. Al margen de esta situación, con la que podemos estar más o menos de acuerdo, lo que debemos tener claro es que existe el papel del influencer como tal, cuyas palabras son “sagradas” para su legión de seguidores y, por tanto, influyen en el comportamiento de estos.
Un caso famoso de cómo aprovechan los influencers las redes sociales, lo tenemos con Instagram y la australiana Indy Clinton, que ya cobra 600 euros por cada selfie que comparte en la plataforma. Así, con cada fotografía promociona alguna marca que se haya fijado en ella y en sus miles de seguidores son a su vez prescriptores de las prendas que luce para las marcas.
En este caso, Indy es llevada por una agencia de representación que se dedica a poner en contacto a las distintas marcas, con chicas que triunfan en las redes sociales. Algo que también es cada vez más común en España con agencias como Okiko Talents, que representa a blogueras famosas y, según ellos: “Aunamos el conocimiento sobre el marketing tradicional, RRSS, medios digitales y relaciones públicas. Guiamos a nuestros clientes a través del paisaje ‘online’ y transformamos a bloggers en marcas”.
Los influencers pueden ser “celebrities”, aunque no siempre es así. Y son esos famosos las que aprovechan el “tirón” que saben que tienen para beneficio propio. Veamos un ejemplo: Twitter lo deja claro y es que es obligatorio revelar a los seguidores cuándo una actualización ha sido compensada o patrocinada. Sin embargo, y por el momento, las normas de uso no son del todo claras y han surgido algunos casos que llaman la atención por su escasa sutileza.
Algunos de los casos más sonados, lo protagonizaron celebrities americanas: “Oprah Winfrey habló de las bondades de la nueva tableta de Microsoft. Alicia Keys de las ventajas del último modelo de Blackberry. Ambas lo hicieron en su cuenta de Twitter, con toda naturalidad, mezclándolo con los mensajes de su vida cotidiana. El matiz radica en que estos dos rostros conocidos cobran por promocionar estos productos, pero no lo avisaron en sus cuentas de la red social”. Las críticas, en este sentido, no se hicieron esperar.
Eso sin contar el selfie de Ellen DeGeneres en la ceremonia de los Oscar, que tuvo una repercusión sin precedentes. Aunque después se probó que DeGeneres no es una brandlover de Samsung sino de Apple, el efecto ya estaba conseguido.
http://https://www.youtube.com/watch?v=5YGc4zOqozo
Pero cuidado con los influencers. No siempre miran “bien” para la marca y no siempre lo podemos controlar. Es el caso de Dave Carroll, músico country, un perfecto desconocido hasta que se hizo famoso a raíz de un percance que tuvo con United Airlines. Pretendía volar con su guitarra en la cabina del avión, pero la compañía le obligó a facturarla y durante el viaje en la bodega la guitarra se rompió. Reclamó, pero no le hicieron caso. Así que decidió vengarse escribiendo una canción titulada “United Breaks Guitars”, en la que relataba su mala experiencia con la aerolínea. Grabó un video, lo subió a YouTube, y en poco tiempo consiguió más de 12 millones de visitas (y la cifra sigue subiendo).
Existen otros muchos casos que podrían ilustrar igual de bien el concepto, pero todos tienen en común el mismo patrón: un individuo que es “aclamado” por muchos y cuya opinión influye en la opinión de terceros. Las marcas, como no, deben aprovecharlo en su propio beneficio sin olvidar que la autenticidad del mensaje es clave. Por tanto, no todo se puede comprar con dinero. ¿O sí?
Fuente: Bloggin Zenith